domingo, 13 de junio de 2010

Lo que dio de sí la Noche Blanca (y parte de la tarde)

Sé que ya a pasado más de una semana desde que se celebró este evento (concretamente el 29 de mayo), pero aparte del hecho de que he estado muy liada con las prácticas, exámenes y moviendo todo el papeleo para la beca, sencillamente es que no tenía las fotos... al menos no todas. Mi cámara no saca fotos con muy buena calidad que digamos, y mucho menos de noche... así que gracias a Vero por las fotos (y los 16 e-mails que hicieron falta para enviarlas todas). Aunque la Noche Blanca se lleva celebrando bastantes años por toda Europa, y también algunos aquí en Burgos, esta es la primera vez que he ido, así que a continuación os cuento (como dice el título del post) lo que dio de sí la Noche Blanca.

Después de llegar media hora tarde (las malas costumbres son difíciles de perder), empezamos nuestro recorrido por el Teatro Principal, en cuyo exterior habían puesto la maqueta de un dinosaurio para que todos nos hiciésemos fotos en plan guiri. Y yo no iba a ser menos...

Versión jurásica de Llongueras

Seguimos por la Plaza Mayor donde estaban las figuras gigantes del espectáculo de Carros de Foc, listas para la actuación que tendrían a medianoche. Aprovechamos este ratito para hacer unas compras de última hora, aunque esto realmente no viene a cuento de esta historia.

A Salvador se le olvidó ponerse la ropa interior

Después decidimos ir a la Catedral, con la esperanza de poder visitarla gratis (no sé exactamente cuanto cuesta a entrada normalmente, pero seguro que se te quitan las ganas de ir en cuanto te enteres). No hubo suerte, solo entramos por una puerta, echamos un vistazo y salimos por la otra, no se podía ver mucho, y además estaban dando misa en las capillas que había abiertas.


Decidimos subir al CAB, aunque nos entretuvimos haciendo fotos. Tardamos más en nuestra sesión fotográfica amateur, que lo que tardaron en bajar de la Iglesia de San Nicolás de Bari los invitados de una boda, los novios, el fotógrafo y todavía les sobró tiempo para hacerse ellos unas fotos. No sin esfuerzo, llegamos al CAB, donde la mayor parte del tiempo, en lugar de hablar de arte, comentamos (ejem...criticamos) el final de Perdidos. Recorrimos las exposiciones, y al ir a la planta baja, vimos la exposición de Iván Navarro. Nos llamó la atención el carrito con neones, pero pasamos sin más. Cuando íbamos a la siguiente planta, me llamó la atención un cubo negro y me acerqué por curiosidad: hasta el infinito y más allá (parecía la escotilla). Dentro de la batería también parecían extenderse túneles infinitos. Igual que el la habitación negra en el centro de la sala, ¡qué sensación de vértigo! Y eso que no tendría más de 10 centímetros de altura. Para finalizar la visita, bajamos a ver unos dibujos, cuanto menos inquietantes, de Luis Saéz.

Creo que se me cayeron las llaves ahí dentro

Con el tiempo justo, intentamos ver algo en los puestecillos de la Feria del Libro, casi imposible, teniendo en cuenta la marea de gente que iba en ambas direcciones. A medio camino tuvimos que salir corriendo a coger el bus para Gamonal, para el la actuación de Godoy. Llegamos justo a tiempo, aunque el espectáculo se retrasó un poco. La verdad es que nos reímos mucho, y la hora y media que duró (creo) se nos pasó volando.

Hablando de José Luis y Rosa...

Salimos corriendo para coger un bus para el centro, porque faltaban 20 minutos para los fuegos, artificiales y en aplicación de la Ley de Murphy, vimos pasar un bus justo cuando estábamos esperando que el semáforo se pusiera en verde. Por suerte pasó otro que nos llevó hasta la Plaza de España, donde había un espectáculo de música, láser y humo. Hicimos un par de fotos y nos largamos. Nos conseguimos colar hasta una relativamente buena posición en el Puente de San Pablo para ver los "fuegos artificiales" ¡Vaya birria! Menos mal que no seguimos nuestro plan inicial de verlos desde el castillo, porque no hubiéramos visto nada. No conozco su nombre, pero eran ese tipo de estructuras metálicas y no de los que explotan en el aire. La gente no empezó a irse mucho antes de que acabaran y nosotras apenas vimos algo estando casi en primera fila... iba a sacarles una foto para ponerlos a parir aquí en el blog, pero no merecen ni siquiera que gaste unos megas de memoria en ellos. Decepcionantes y aburridos.

Después de unos abucheos, nos fuimos al Museo de Burgos, que tenía varias salas cerradas, así que poco pudimos visitar, aunque lo que vimos resultó interesante. Sobre todo porque aprovechamos para hacernos un book en las instalaciones.

A continuación nos fuimos a los exteriores del López de Mendoza, donde varios artistas exponían sus trabajos. Allí Paula Sampelayo nos hizo una foto a cada una (como a cada mujer que pasó y quiso durante la tarde-noche), para una obra mural sobre la mujer.

Nos fuimos al Arco de Santa María, donde estaban haciendo unas proyecciones. La verdad es que quedaba muy bonito, pero no nos quedamos mucho rato por allí. Nos fuimos a la Plaza Mayor, en pleno espectáculo de Carros de Foc, en los que ríos de personas se desplazaban en todas direcciones, impidiéndonos ir donde queríamos. No se muy bien cómo conseguimos salir de allí, pero al final pudimos meternos en un huequecito y ver el final de la representación, no sin antes ser casi atropelladas por el caballo gigante.

Efecto LSD

Después pasamos por el mercado de artesanos de camino al Monasterio de San Juan a ver la exposición de bonsais. En la puerta habían puesto a un DJ (Pure Hemp, creo), cuya música, en contra de todo pronóstico, quedaba perfectamente con el ambiente de la zona. Dentro del claustro, los organizadores nos dieron una papeleta para votar nuestro bonsai favorito, aunque a día de hoy no sé cual ganó.

Momento zen de la noche

Mientras volvíamos, paramos a tomar algo (y descansar, sobre todo), y luego seguimos hasta la Catedral, donde llegamos al final de unas proyecciones sobre sus muros, que le daban un aspecto realmente mágico ¡Ojalá se pudieran ver cosas como éstas todas las noches en Burgos!

Animal print

La experiencia fue realmente increíble, aunque había demasiadas cosas para hacer, y muy poco tiempo para poder verlo todo. Aún así, las agujetas del día siguiente merecieron la pena. Si sigo viviendo en Burgos el año que viene (y no se me pasa la fecha) volveré a pasar otra Noche Blanca. Sólo espero que los fuegos artificiales que traigan para la ocasión hagan justicia a su nombre.

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