lunes, 27 de septiembre de 2010

No he estado desaparecida, sólo desconectada...

Ya llevo una semana aquí en Berlín y aún no he publicado ningún post ni puesto una mísera foto. Los primeros días tuve problemas para conectarme y después se han ido acumulando actividades. Mi idea era ir publicando diariamente un pequeño resumen de lo que he hecho y visto durante el día, aunque finalmente he tenido que resignarme a escribir cuando pueda, que no es muy a menudo. Así que he preparado varias entradas para "resumir" lo que ha pasado en esta semana...


Llegué el sábado 18 por la noche, a una ciudad desconocida y en la que tenía que hacer varios trasbordos hasta llegar a la casa de la familia con la que quedo. Al coincidir con una mujer en un par de buses, y ver mi cara de turista desorientada, se ofreció a ayudarme. Me llevó a la parada del tranvía y me dijo cuál era el próximo que tenía que coger. Me bajé en un cruce de calles y no sabía hacia dónde tenía que tirar. Le pregunté a un par de chicos la dirección, pero ya andaban un poco perjudicados, así que pedí indicaciones a otro grupo de chicos de fiesta. Me mandaron por una calle, y en cuanto se dieron cuenta de que me habían mandado en dirección contraria, un par de ellos vinieron corriendo para señalarme la dirección correcta. Quizás soy un poco negativa, pero creo que en España muy poca gente iría a avisarme, pensarían "ya se dará cuenta" o "preguntará cuando no lo encuentre". Conseguí llegar a la casa, un 4º sin ascensor, al que tuve que subir con una maleta de casi 20 Kg y otra de 8 Kg colgados del cuello. A medio camino bajó el padre de la familia para ayudarme. La verdad es que he tenido mucha suerte con la familia que me ha tocado. Son muy amables y pacientes, soportando mi alemán bizarro.

Al día siguiente, la madre me guió al Flohmarkt (mercadillo) de Mauerpark, aunque luego me dejó por mi cuenta para que explorara. Compré una bici, bien barata, con la que salí a pasear. Me perdí por las calles de Prenzlauer Berg y acabé en Alexander Platz, que a fin de cuentas era donde quería ir. Vi Fernsehturm, un edificio que parecía una iglesia, el ayuntamiento, Berliner Dom y me volví a casa, aunque costó un poco más porque era cuesta arriba.


El lunes por la mañana tuve que ir a las 8 de la mañana para hacer un examen y que me asignasen a un grupo. Lo hicimos en la cafetería y mientras nos podíamos tomar un café y unos croissants o magdalenitas. En el test on-line me había salido que tenía un nivel B2, y ni de coña tengo ese nivel. Se lo dije a la chica de recepción y me dijo que ya lo verían con el examen y la entrevista personal. Así que esperé un rato y vino una profesora a buscarme para hacerme la entrevista. Me puso en el nivel B1. Antes de que nos asignaran a los grupos, nos llevaron a hacer un tour por la escuela, explicándonos qué había en cada edificio. Al volver a la cafetería fueron llamando a los nuevos alumnos para asignarlos a los grupos. A mí me tocó subir a una clase con una chica americana, que no volvió a clase después de ese día. Para mi fui muy difícil seguir el ritmo de las clases, porque no he tocado el alemán en casi un año. En España tenía el mismo libro y apenas vi 3 temas porque no pude seguir yendo a clase, y me habían puesto en el grupo que iba por los temas 9-10. Se lo dije a la profesora y me aconsejó que aguatara una semana y que si lo veía difícil me pasase a otro grupo. Al final, me paso a otro grupo que no lleva el libro tan avanzado a partir del lunes 27.


Durante esta semana, una de las cosas que más me ha sorprendido es el hecho de que es imposible salir a la calle y no encontrarte con alguien hablando en español. De hecho, en la escuela, la mayoría de los alumnos somos españoles, lo cual no facilita precisamente practicar el alemán. Por otro lado, esta ciudad pertenece a las bicis. Supuestamente los ciclistas tienen su carril y tienen indicaciones propias en muchos semáforos, pero lo cierto es que van por donde quieren y cuando quieren. En cuanto ven (o no) una oportunidad de seguir su camino, lo mejor es quitarse de en medio, o arriesgarse a que te tatúen la huella de la rueda de la bici en la cara.

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